Sentado en un pedazo de cemento de lo que era una banqueta en la delegación Iztapalapa, Alejandro Sánchez Martínez, un niño de diez años de edad pero con cerca de 50 kilos de peso, disfruta goloso de comida chatarra que adquirió en el tendejón de la esquina de su casa. Como él, más de 60 por ciento de los niños y jóvenes que viven en las 16 delegaciones del Distrito Federal se alimentan de “comida rápida o chatarra”, lo cual provoca obesidad, según revelan estudios realizados por especialistas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Para el investigador Alejandro Cerda García no hay duda de que a “mayor pobreza, mayor obesidad”. Los estudios son contundentes: “Los gordos en delegaciones como Iztapalapa, Cuauhtémoc y Magdalena Contreras, entre otras, mantienen la llamada ‘dieta del pobre’ basada en comida chatarra”.
Contradice a los programas del gobierno federal que señalan que la obesidad es un problema de malos hábitos, “es una forma fácil de ver la obesidad, la cual es un problema de desnutrición”, ataja.
“Desde el sexenio foxista, en particular Josefina Vázquez Mota, reducía el problema de la obesidad a los malos hábitos alimenticios del mexicano goloso, del pecado capital que es la gula, pero nunca desde la pobreza, factor fundamental que provoca la obesidad”, subraya el doctor de la UACM, y clarifica: “la desnutrición en México sigue estando vigente, porque un tercio de la población del país –el Distrito Federal no es la excepción– vive con este problema”.
Recurre a una investigación realizada en un albergue infantil de la delegación Iztapalapa conocido como Casa Libertad. Los niños, explica, tienen problemas de obesidad relacionados con hábitos alimenticios que están directamente vinculados al poder adquisitivo de la población. En este albergue infantil, como en los muchos que existen en las 16 delegaciones, la alimentación (dentro o fuera) se basa en harinas o azucares, las proteínas son mínimas o no existen.
Como en Iztapalapa, la mayoría de los hogares, destaca el doctor Alejandro Cerda García, tienen un número más elevado de alimentos ricos en carbohidratos.
Esto confirma que la obesidad no solamente se registra en una persona que no se alimenta bien, sino que es provocada por causas estructurales económicas, precisa.
Varias investigaciones de la UACM dejan en claro que la obesidad, generalmente, se asocia a la idea de que el individuo es descuidado y culpable de su propio padecimiento, pero en realidad uno de los elementos más determinantes para su desarrollo es la pobreza.
Hacen referencia a la Encuesta Nacional de Nutrición que destaca que un mayor nivel de alimentación en la ciudad de México y en los estados del norte del país, “está asociado a una mayor calidad de vida”. Sin embargo, asegura, observamos en la delegación Iztapalapa una población mayoritaria en condiciones de pobreza.
“Esto confirma una serie de inequidades que se reproducen también en la ciudad. En esos casos, en las delegaciones pobres de la ciudad de México la obesidad está directamente relacionada con el nivel de ingreso de la población.
“No es que la gente no sepa qué comer, el problema es que no tiene para hacerlo bien. Su poder adquisitivo hace que no pueda acceder a verduras o frutas, sino que lo más cercano son galletas y azúcares”.
Los 50 kilos de peso de Alejandro Sánchez Martínez no son sólo por falta de educación alimentaria, asegura el investigador, es simplemente que no tiene un peso para decidir una mejor alimentación.
Para el investigador Alejandro Cerda García no hay duda de que a “mayor pobreza, mayor obesidad”. Los estudios son contundentes: “Los gordos en delegaciones como Iztapalapa, Cuauhtémoc y Magdalena Contreras, entre otras, mantienen la llamada ‘dieta del pobre’ basada en comida chatarra”.
Contradice a los programas del gobierno federal que señalan que la obesidad es un problema de malos hábitos, “es una forma fácil de ver la obesidad, la cual es un problema de desnutrición”, ataja.
“Desde el sexenio foxista, en particular Josefina Vázquez Mota, reducía el problema de la obesidad a los malos hábitos alimenticios del mexicano goloso, del pecado capital que es la gula, pero nunca desde la pobreza, factor fundamental que provoca la obesidad”, subraya el doctor de la UACM, y clarifica: “la desnutrición en México sigue estando vigente, porque un tercio de la población del país –el Distrito Federal no es la excepción– vive con este problema”.
Recurre a una investigación realizada en un albergue infantil de la delegación Iztapalapa conocido como Casa Libertad. Los niños, explica, tienen problemas de obesidad relacionados con hábitos alimenticios que están directamente vinculados al poder adquisitivo de la población. En este albergue infantil, como en los muchos que existen en las 16 delegaciones, la alimentación (dentro o fuera) se basa en harinas o azucares, las proteínas son mínimas o no existen.
Como en Iztapalapa, la mayoría de los hogares, destaca el doctor Alejandro Cerda García, tienen un número más elevado de alimentos ricos en carbohidratos.
Esto confirma que la obesidad no solamente se registra en una persona que no se alimenta bien, sino que es provocada por causas estructurales económicas, precisa.
Varias investigaciones de la UACM dejan en claro que la obesidad, generalmente, se asocia a la idea de que el individuo es descuidado y culpable de su propio padecimiento, pero en realidad uno de los elementos más determinantes para su desarrollo es la pobreza.
Hacen referencia a la Encuesta Nacional de Nutrición que destaca que un mayor nivel de alimentación en la ciudad de México y en los estados del norte del país, “está asociado a una mayor calidad de vida”. Sin embargo, asegura, observamos en la delegación Iztapalapa una población mayoritaria en condiciones de pobreza.
“Esto confirma una serie de inequidades que se reproducen también en la ciudad. En esos casos, en las delegaciones pobres de la ciudad de México la obesidad está directamente relacionada con el nivel de ingreso de la población.
“No es que la gente no sepa qué comer, el problema es que no tiene para hacerlo bien. Su poder adquisitivo hace que no pueda acceder a verduras o frutas, sino que lo más cercano son galletas y azúcares”.
Los 50 kilos de peso de Alejandro Sánchez Martínez no son sólo por falta de educación alimentaria, asegura el investigador, es simplemente que no tiene un peso para decidir una mejor alimentación.
Nota: La Jornada
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