El sociólogo de la Universidad John Hopkins que lideró el estudio, Karl Alexander, separó a los niños del primero al quinto grado de primaria en tres grupos según su nivel socioeconómico y les aplicó exámenes de comprensión de lectura. El primer resultado le mostró lo que ya se sabía, los niños de mayor nivel económico iban separándose de los de menor nivel socioeconómico conforme avanzaban en la primaria. Llegaban a primer grado con diferencias mínimas, y terminaban quinto año con un abismo entre ambos grupos.
Alexander, entonces, aplicó el examen dos veces en el año. Uno al entrar a clases y otro unas semanas antes de salir a las vacaciones. Alexander y su equipo se dieron cuenta de que sin importar el nivel socioeconómico, los niños avanzaban más o menos igual. Es más, en segundo y cuarto grado, según el estudio, los chamacos de menor nivel socioeconómico aprendían más que los otros durante el curso escolar. Es decir, la escuela funcionaba.
El siguiente paso fue aplicar exámenes al final del año, y después de regresar de las vacaciones del verano. Ahí estuvo la revelación. Los niños que venían del menor nivel socioeconómico perdían conocimientos durante el verano, mientras que los demás, de hecho, avanzaban. Una vez más, la escuela funcionaba, lo que fallaba eran las condiciones de cada alumno en su casa. Varios otros estudios han comprobado las diferencias en aprovechamiento escolar de alumnos de hogares de escasos recursos en comparación con los de clases medias y altas. El tiempo que los padres puedan dedicar a los hijos, llenarlos de actividades, viajes, estar rodeados de libros, hace que generación tras generación las diferencias se vayan ahondando.
Cada vez que se hacen concursos internacionales de conocimientos, en especial de matemáticas, y los asiáticos arrasan, el Occidente se da cuenta que además de algunos factores de lenguaje y culturales, en Japón el año escolar es de 243 días, en Corea del Sur, 220. En Estados Unidos es de 180, similar número de días van los niños a la escuela en México. Además, si sumamos la duración de la jornada escolar, los niños en otras latitudes estén en la escuela el doble que los niños mexicanos.
El poco tiempo que nuestros niños pasan en la escuela es, directamente, una influencia estadunidense. En Estados Unidos, a principios del siglo XIX, un grupo de educadores que reformó y expandió la incipiente educación pública trajo consigo también la idea de que los niños no fueran “demasiado” a la escuela con base en algunas teorías de que demasiado estudio podría llevar a la locura.
A mediados de los años 90 del siglo pasado, otro grupo de educadores eligió una escuela pública en el barrio más pobre y marginal de Brooklyn, en Nueva York, para hacer un experimento con alumnos de secundaria, que habían ideado cuando eran voluntarios en una escuela de los barrios más pobres de Houston un año antes.
Paréntesis: el sistema de educación pública de Estados Unidos permite de manera limitada a algunas escuelas introducir programas diferentes al oficial con el fin de experimentar y avanzar en las técnicas pedagógicas, así, por ejemplo llegó el sistema Montessori a la educación pública de EU.
La academia Kipp tenía, entre otras, una idea fundamental. Si sabían que el problema con los niños en barrios pobres es que por las necesidades de trabajo de sus padres, el ambiente en sus comunidades y, simplemente, la falta de recursos para apoyar su aprendizaje, muchos de ellos perdían en casa lo que se les enseñaba en la escuela, que tal si los tenían mucho tiempo en la escuela.
Los jóvenes que van a una academia Kipp (hoy ya hay más de 60 en todo Estados Unidos) pasan en promedio en la escuela 60 por ciento más que en el resto de las escuelas públicas de Estados Unidos. Empiezan a las siete y media y terminan después de deportes, a eso de las siete de la tarde. Van los sábados hasta la una de la tarde y en el verano, con horarios reducidos, pero también van a la escuela salvo un par de semanas en el año.
En diez años, Kipp ha superado cualquier cantidad de expectativas. Los jóvenes de los barrios más pobres están superando por mucho al resto de las escuelas públicas de sus distritos escolares, y está siendo aceptados (con todo y financiamiento y becas) en las mejores preparatorias y universidades de EU.
¿que les parece? Podemos encontrar en esto un argumento que brinde sustento a las escuelas de tiempo completo, tal vez sean una alternativa real que solucione muchos problemas de nuestros niños
Nota obtenida via diario Milenio
1 comentario:
El sistema KIPP, a parte de sus largas jornadas de clases, tienen algún sistema educativo diferente al de los demás? aparte del que los profesores están disponibles tanto dentro como fuera de clases.
Y para niños de escasos recursos que trabajan, en donde para los padres es más práctico que los hijos traigan dinero todos lo días a qué estudien por prolongadas horas todos los días, cómo enfrentar ese problema para que los padres accedan a mandar a sus hijos a la escuela KIPP?.
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