Uno de los mejores estudiantes del mundo es mexicano. Ha cursado toda su enseñanza en escuelas públicas. Desde su formación básica, en la delegación Iztapalapa, hasta una maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), su trayectoria académica ha sido de éxito, aunque, insiste, “nunca fui el alumno del 10 perfecto ni tampoco me siento un ratón de biblioteca”.
Con apenas 30 años, y varios artículos publicados en revistas de prestigio internacional, Salvador Palma Vargas, alumno de maestría de la Facultad de Ingeniería de la UNAM y especialista en el campo de los sensores ópticos, fue seleccionado en junio pasado por el gobierno de Estados Unidos para acudir al 2007 International Achievement Summit en representación de México y de la máxima casa de estudios. El encuentro se realiza cada cinco años y que reúne a los 100 alumnos más destacados del mundo.
En entrevista con La Jornada, aseguró que aún con “altibajos familiares y económicos, que a veces pueden influir un poco en el desempeño”, desde que cursó la primaria en la escuela pública José Ortega y Gasset, de la delegación Iztapalapa, “siempre tuve interés por seguir estudiando”.
Hijo de una ama de casa y de un trabajador del sector de telecomunicaciones, Salvador, quien también acudió a una secundaria en esa demarcación, considerada una de las de mayor inseguridad y marginación del Distrito Federal, afirmó que aún con el divorcio de sus padres, que “siempre te afecta, seguí adelante, porque no puedes perder de vista tu objetivo; además siempre me apoyaron, así que continué mis estudios en el Colegio de Ciencias y Humanidades Oriente”.
Asegura que nunca ha sido un “ratón de biblioteca” tal y como se tipifica a los estudiosos y ademas se jacta del hecho que siempre estudió en centros públicos.
Su primera vocación, confiesa, fue en el aspecto artístico. Por eso se inscribió en la Escuela Libre de Música tras concluir su bachillerato; ahí aprendió a tocar el piano. Sin embargo, recuerda, “mi hermano, un año menor que yo, estaba estudiando ingeniería en la UNAM, y me gustaba mucho lo que hacia, las matemáticas, la ingeniería, y pensé ‘yo quiero estudiar ingeniería también. La música me gusta mucho’, y es una carrera que nunca voy a olvidar, pero de algo tenía que vivir, y aunque era bueno como músico, no tanto como para vivir de eso”.
Agrega que en una ocasión acudió a Ciudad Universitaria (CU) para acompañar a un primo que se iba a inscribir, “nos perdimos, y no sé cómo llegamos hasta la rectoría. Era época de clases y vi que los muchachos estaban jugando en las islas, otros leían, había otros que tomaban clases con su profesor, y dije, ‘yo tengo que estar aquí, no sé cómo, pero lo voy a hacer’. Fue un propósito que me marqué, y aunque ya había terminado el CCH, rechacé el pase reglamentario para poder elegir la Facultad de Ingeniería en CU, le estudié mucho, y pasé, así que el sueño se hizo realidad”.
Tras concluir sus estudios de maestría con promedio de 10, y luego de integrarse al equipo de investigadores del laboratorio de sensores ópticos del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico de la UNAM, Salvador, el mayor de cinco hermanos, asegura que “nunca dejaré de ser un chavo normal, y aunque me siento muy orgulloso de ser estudiante de la UNAM y haberla representado, creo que lo más importante es regresar una parte de lo que me ha dado y fortalecer su prestigio, porque una de las cosas más gratas del encuentro en Estados Unidos es que me preguntaban de dónde era, y luego de decirles que de México, todos me preguntaban si estudiaba en la UNAM, porque es una de las mejores universidades del mundo”.
Asegura que en su trayectoria académica todos sus profesores han sido importantes. No obstante, rechaza que se concedan las plazas y el salario a quienes “no les interesa la clase ni mucho menos sus alumnos, por eso, cuando me aburría un maestro me volaba la clase, porque a veces también se debe ser un poco rebelde y decir, en esto no estoy de acuerdo, pero también tenemos que asumir la responsabilidad, porque eso sí, me podía salir o irme a jugar, pero siempre me preparé a fondo para presentar los exámenes finales y aprender”.
Salvador, como millones de jóvenes en el país, le gustaría encontrar un buen empleo, pero “más que nada, continuar mi formación en la UNAM, seguir con mi proyecto de investigación en el posgrado, y por qué no, soñar en que es posible verme ahora en el aula como maestro, o en el laboratorio como investigador”.
Nota de la jornada del 31-08-07
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